martes, 23 de julio de 2013

En el aniversario de Oswaldo Payá


El pasado 22 de julio se producía el primer aniversario del fallecimiento de Oswaldo Payá y su familia, amigos y compañeros nos reunimos en una iglesia en el centro de Madrid, para honrar su memoria y la de Harold Cepero.
Allí pude saludar a Regis Iglesias, pendiente de noticias sobre su futuro político y personal inmediato, que me decía que todavía no habían encontrado un cura en Cuba que dijera la misa de salida por el dirigente del MCL. Quienes recordamos la complacencia de la jerarquía de la iglesia católica con el régimen de Franco no nos podemos sorprender ante semejante información, hay cosas que no cambian.
Estaban allí Tony Guedes y Vanessa Colmegna y otros tantos, pero en número corto, porque ya se ve que estos actos congregan a poca gente.
Me sorprendió la entrada de Angel Carromero al recinto de la iglesia. Apenas saludó a ninguno de los que esperábamos la hora del inicio del acto, y si lo hizo, su gesto emitía un no-sé-qué de compungido nerviosismo, natural, por otra parte, dadas las circunstancias no aclaradas aun del triste episodio.
Estaba, ¡cómo no!, Carlos Payá, hermano y portaestandarte en España durante tantos años de la causa a la que Oswaldo diera comienzo. La generosidad de una vida dedicada al combate a un régimen que ha tenido en nuestro país a tan principalísimos valedores. Una lucha que ha tropezado con la desconfianza de quienes han pensado siempre que el romanticismo de la «revolución» podía con la evidencia de un sistema que ha conculcado durante muchas décadas, y de manera permanente, los derechos humanos.
El recuerdo, sin embargo, permanece. No había demasiada gente en esa iglesia madrileña, insisto. Pero Oswaldo no ha caído en el olvido de quienes le conocimos. Y esa es la verdadera muerte, el olvido. Durante mucho tiempo, cuando un día Cuba recupere sus libertades, el testimonio de su vida y las circunstancias de su muerte --que algún día la historia sabrá aclarar-- estarán presentes en las conciencias de sus ciudadanos.
Y su empeño, el del Proyecto Varela, de utilizar el procedimiento legal y constitucional vigente para cambiar las cosas, se ha convertido desde hace mucho tiempo en un hito histórico, de una determinada manera de resolver los asuntos y de servir de cauce para los afanes de los cubanos libres de plantear de otro modo su futuro. Claro que los regímenes no se constituyen para cambiar sino tal vez para resistirse al cambio, especialmente las dictaduras, pero también otros sistemas políticos más o menos democráticos.
Cuba no ha sido una excepción a esa regla, aunque existe otra que no admite excepciones, y es que más temprano que tarde el hombre libre recupera la libertad que le ha sido negada.
Por eso, la vida de Oswaldo Payá que recordábamos los congregados de esa calurosa tarde de julio, no ha sido infructuosa y recogerá sin duda sus frutos.
La pena es que ya no estará él para disfrutarlo.

2 comentarios:

  1. Los luchadores por la libertad nunca caerán en el olvido y Oswaldo Payá es uno de ellos.

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    1. Así es, amigo Sake. Y, por suerte, existen muchos luchadores por la libertad en Cuba.

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