viernes, 28 de marzo de 2014

Haciendo un balance de Europa


La próxima campaña electoral al Parlamento Europeo y, en especial, la precampaña en la que ya nos encontramos, constituye una excelente oportunidad para hacer pedagogía respecto de lo que significa la Europa en la que estamos instalados desde el año 1986.

«España es el problema, Europa la solución», advertía Ortega en lo que fue proyecto de futuro para muchas generaciones de españoles. Nuestra generación, por ejemplo, que situaba a Europa como el escenario de la libertad y el desarrollo económico. Para nosotros Europa era un desafío. Para la generación que nos sigue es ya una realidad por la que apenas sí han tenido que luchar. Para unos y para otros, para todos los españoles, Europa es ya el lugar en el que vivimos, por donde podemos viajar sin pasaporte, donde podemos trabajar, crear nuestras familias…

Y es un espacio en el que estamos con toda naturalidad, además. No hemos tenido que dejar de ser españoles para ser europeos. Por lo mismo que los franceses, los alemanes o los italianos no lo son menos para formar parte del proyecto europeo.

Unas elecciones son, sin duda, un buen momento para hacer balance. Ahora hay muchos que se quejan porque Bruselas nos exige recortes y ajustes, preocupados por cómo avanzan los rescates y, con ellos, aparecen instituciones que nadie conocía antes, como la llamada troika o vemos aparecer en los edificios públicos a los denominados «hombres de negro»…

Y todo eso nos llena de incertidumbres respecto de nuestro futuro. Y está claro que se ha producido con un apreciable grado de ilegitimidad, como ha señalado un informe del Parlamento Europeo que ha visto la luz en la primera semana de este mes de marzo. Habrá mucho que hacer, aprovechando también la revisión de los Tratados de la Unión que se va a producir en el año 2016.

Pero conviene que nos planteemos la respuesta a esta pregunta: ¿Cómo estábamos antes de 1986 y cómo estamos ahora? ¿Estaríamos dispuestos a recuperar esos tiempos si pudiéramos mover hacia atrás el reloj de la historia? Porque el relato de lo que hemos sido junto con el desarrollo constructivo de esta Europa no ha sido negativo para los españoles. Antes al contrario.

Lo que no significa que nuestro europeísmo no tenga un contenido crítico, que sea complaciente, que no demande cambios.

Pero es que Europa no es sólo una buena elección, o la única, porque, como ha dicho Michel Barnier, sin la Unión Europea, en 10 años no quedara ningún país europeo en el G8. No, Europa es el proyecto de nuestro futuro, nuestra oportunidad y nuestra ambición.

Por eso no debería quedar reducida a unas semanas cada cinco años, en las que además, en lugar de hablar de Europa, nos tiramos los trastos a la cabeza con nuestras querellas de todos los días. Convendría afirmar Europa en los colegios, que la bandera y el himno de Europa estén presentes en los actos oficiales, que los medios de comunicación ofrezcan información sobre lo que ocurre en las instituciones europeas.

Reclamar el valor de lo simbólico, también.

Porque Bruselas no debería ser chivo expiatorio de las insuficiencias de los gobiernos, que vuelven de allí ufanos de su buen hacer si lo que han conseguido es bueno, y se convierten en los mayores críticos de Europa si las cosas no han ido bien. Hemos criticado ya mucho a los nacionalistas del interior por su táctica de la vaca lechera en relación con España como para no hacerlo con nuestros gobiernos nacionalistas en el espacio europeo.

Intentaremos contribuir a que esta idea se extienda.

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