lunes, 9 de junio de 2014

UPyD en ALDE y otras consideraciones


La integración de los eurodiputados de UPyD en el grupo ALDE -Alianza de Liberales y Demócratas Europeos- fue saludada por los miembros del Consejo Político de este partido con dos cerrados aplausos, cuando su portavoz, Rosa Díez, leía ante ese órgano, la carta de invitación suscrita por Guy Verhofstadt en nombre del grupo europeo, producto de las negociaciones habidas entre ambas organizaciones políticas.
Bien podría asegurarse que dicha decisión contradice buena parte de las críticas recibidas porUPyD a lo largo de los años transcurridos desde nuestra fundacion y, muy especialmente, durante la reciente campaña electoral al Parlamento Europeo.
Las críticas referidas a la ambigüedad -calculada según dicen- de UPyD respecto de su posicionamiento ideológico respondían a ese concepto del determinismo de quienes no entendían que en el escenario político pudiera existir novedad alguna. Se trataba de ese mundo cerrado y corto por el que el mundo se dividía en izquierdas y derechas, y en España, además, en nacionalistas y no nacionalistas. Y en eso acababa la ecuación.
UPyD se defendía diciendo que las ideologías no eran sino producto de las sociedades de clases que en el siglo XIX generarían los correspondientes partidos políticos (conservador, liberal y socialista-laborista, por poner el ejemplo del caso británico). Otra cosa eran las ideas, que no se referían necesariamente a ideologías predeterminadas. Ideas que pretendían transformar las cosas. Ideas de progreso, por lo tanto.
Pretendíamos -y lo seguimos pretendiendo- convertir la democracia española en un sistema de libertades que amparara los derechos de los ciudadanos sin perjuicio del lugar de España en que residieran, la regeneración democrática en un Estado digno de sí mismo, respetuoso con las leyes y por eso moderno y homologable con otros países de Europa. Fácil pretensión en su formulación, pero enormemente difícil en su ejecución, como se va demostrando.
Operando en ese ámbito, nuestras ideas se han nutrido de las sensibilidades de la socialdemocracia y del liberalismo, de la misma forma en que lo han hecho los liberales de Nick Clegg en el Reino Unido. Uniendo a la idea de la regeneración democrática la de una economía de mercado que sea compatible con la oferta de servicios públicos, como la educación o la sanidad, y que no acepte que los marginados que genera de forma inevitable el sistema sean solo un asunto de caridad privada.
En este sentido, UPyD, aún siendo un partido liberal en sentido amplio, no podría confundirse con eso que se viene denominando partidos neoliberales en los que el añadido neo tiene bastante poco que ver con el sustantivo que le sigue, liberal. Esos partidos que santificaron al mercado; abolieron los controles; privatizaron todo lo privatizable y abrieron la puerta a una economía de casino, donde era muy fácil hacerse rico, y que en suma nos condujeron a la dificilísima crisis de Lehman Brothers que, con características cañis -como decía José María Fidalgo-, aún hoy seguimos atravesando.
Eran estas posiciones una adaptación a las tesis del public choice y de la economía de la oferta que tomaban cuerpo en los viejos partidos conservadores -Margareth Thatcher y los tories y Ronald Reagan y los republicanos. Por eso yo prefiero llamarlas neocon.
Situados por lo tanto en el centro del espacio político, con una vocación de transformación radical -en el sentido de tomar las cosas desde la raíz- de la endeble democracia española. Europeistas hasta la médula y federalistas también en cuanto al proyecto de construcción europea; nuestras ideas casan de forma muy clara con las de los partidos que integran ALDE.
Aunque es evidente que eso no les ha gustado a nuestros nacionalistas. Pero es más que nada porque ALDE ha dicho defender algo tan obvio como que hay que cumplir con lo que dice la Constitución de cada Estado miembro, por una parte, y que es preciso respetar lo que dice el Tratado de la Unión, por la otra. Y la Constitución española dice que no hay derecho de autodeterminación para las nacionalidades y regiones, en tanto que el Tratado defiende la integridad territorial de los Estados miembros.
Buena lección para quienes aseguran ser europeístas a la vez que pretenden levantar fronteras. ¿Es eso Europa? ¿Se diferencian en algo de Marine Le Pen, por poner un ejemplo de edificadora de fronteras?
Seguiremos informando.

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