miércoles, 2 de noviembre de 2016

Halloween parlamentario

Artículo publicado originalmente en El Mundo Financiero, el 2 de noviembre de 2016


PERIPECIAS DE ORDEN INTERNO EN LA COFRADÍA


La intervención del portavoz del PP en el debate previo a la primera votación de la investidura del candidato Rajoy sublevaría a los de Podemos. En esta ocasión, podría agregar, porque se diría que Hernando sólo disfruta cuando abandona las cuartillas de su discurso y arremete al contrario, al que corresponda. En el anterior debate de agosto, seríamos los de Ciudadanos el objeto de sus invectivas. Claro que entonces el cara a cara entre el presidente en funciones e Iglesias lo fue de florido guante blanco y de ironía y lisonjeo mutuos. Tengo para mí que es mejor esquivar la estocada irritante de Hernando que formularle un desplante. A la vista está que el lenguaje flamígero del portavoz del PP se corresponde más bien a las épocas pasadas de aquel bipartidismo, cuyas imperfecciones se situaban precisamente en la descalificación y la arrogancia. Dejar la espada muerta en el aire es siempre mejor que reconocer la herida, además de que supone ocasionar el mayor desconcierto posible al rival.

Es verdad que Iglesias se pasó de frenada -o que acaso su vehículo carezca de frenos-. Su estilo oratorio busca la provocación, como el de los chulos de barrio que se diría pretenden justificar su posterior estallido violento a quien responda a sus descalificaciones. En realidad lo ha dicho de forma categórica el principal responsable de Podemos: «el día que dejemos de dar miedo no tendremos sentido».

Fue poco edificante y... parlamentario sólo en cuanto a lo que debieran haber visto hace un siglo o siglo y medio los muros de la cámara: mucho ariete, poca sustancia. En todo caso los dos, Iglesias y Hernando, estuvieron mal. Hubo alusiones del segundo al primero y la presidenta debió darle la palabra al de Podemos. No fue así y la bancada populista dejaría el hemiciclo entre las protestas de estos y las de los populares. Unos y otros se diría que entienden el hemiciclo como un escenario de confrontación circense. Esperemos que no resulte antesala de un nuevo Coliseo español en el que todas las semanas de pleno nos encontremos abonados al espectáculo.

No servirá de consejo, entre otras cosas porque nadie me lo pide, pero en ese circo renovado tienen más que perder los de Rajoy que los de Iglesias. El más difícil todavía que proclaman las actuaciones de los equilibristas que desafían el vacío con un triple salto mortal le es más fácil a los podemitas, precisamente porque lo suyo es el duelo faltón y los populares, hooligans impostados, sólo lo hacen por diversión.

Y cuando se iban del hemiciclo, recordaba yo mis primeros años de parlamentario vasco, cuando los de Batasuna ni siquiera aparecían por la cámara a recoger sus credenciales. ¿Volverán?, me preguntaba.

Y es que el abandono de las tareas parlamentarias tiene también su precedente en la política parlamentaria nacional. Cuentan Gabriel Maura y Melchor Fernández Almagro que, durante el debate de la ley de jurisdicciones en 1909, el solidario Salvatella incurrió en el error de exigir «de inmediato» la derogación de dicha ley; imposición a la que de modo alguno podía plegarse el presidente del Consejo, Maura, pero que tampoco había de hallar eco en Moret, autor de la famosa ley. Sólo una brillantísima intervención de Cambó, requerido por sus mismos compañeros de minoría, logró evitar un desastre, obteniendo de Maura que incorporase la derogación de la ley a su programa parlamentario —pero suprimiendo la palabra «inmediatamente».

Seis días más tarde, Maura comentaba: «Los solidarios, según dicen, tardarán poco en volver a asistir, es peripecia de orden interno en la cofradía».

En efecto, volverían los solidarios catalanes como volvieron los de Podemos a votar que no al candidato.

Las luminarias del hemiciclo se apagaban y las sombras de los antiguos políticos de la Restauración canovista menudeaban por entre los escaños, reconociendo los turbulentos de antaño a los de hogaño, en un feliz episodio de Halloween parlamentario. Y si los de aquellos tiempos ocupaban sus horas en lo adjetivo, esperemos que los de ahora podamos hacer algo por resolver los verdaderos problemas del país. Algunos lo intentaremos.

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