martes, 26 de septiembre de 2017

Intervención ante el sector agroalimentario español sobre el Brexit.


Comienzo esta intervención saludando la iniciativa de los organizadores de poner en contacto al sector agroalimentario con el Parlamento con relación al proceso del Brexit. Una relación que debería mantenerse, de modo que el control que ejercemos sobre el Gobierno pueda contar con la referencia de los sectores afectados y sus prioridades en la negociación.

La intervención que puedo hacer en este momento del proceso es en todo caso genérica (aunque haré alguna especificación final). A pesar de que el Gobierno de Theresa May invocó el pasado 29 de marzo de este mismo año el artículo 50 del Tratado de la UE por el cual el Reino Unido anunciaba a sus socios su decisión de abandonar la Unión, 6 meses después todavía no está claro casi nada en el proceso de salida y, menos aún, cómo quedarán las relaciones futuras entre la UE y RU.

Lo único que parece claro es que los británicos carecían de un plan B para el caso de que las previsiones que planteaban las encuestas fallaran y este país abandonara la UE. La maniobra posterior al referéndum por parte de la Primer Ministro que sucedía al anterior, responsable del desaguisado, David Cameron, de adelantar las elecciones con el objeto de obtener una mayoría absoluta que le permitiera abordar con cierta comodidad y liderazgo el proceso, se saldaría con un fracaso. Las tensiones en su partido se avivan por momentos, los partidarios de un Brexit duro están a la expectativa de un nuevo fracaso de May para hacerse con el poder y la Primera Ministra debe negociar todas y cada una de las medidas que conduzcan a la salida de la UE con los diversos sectores de su partido y con sus socios norirlandeses.

La línea de comunicación por parte del Gobierno británico no es clara tampoco (difícilmente lo podría ser). RU ha iniciado el envío de algunos documentos sobre aspectos concretos del Brexit (Seguridad, cumplimiento de la ley y justicia; política exterior, Defensa y desarrollo; política aduanera...) que no aportan nada, salvo algo así como asegurar su buena voluntad de ser unos socios leales en lo que se acuerde en el futuro. Pero el futuro que quieren sigue sin estar claro, porque -a lo mejor- quienes no lo tienen claro son ellos mismos.

No obstante lo cual, el discurso de Theresa May en Florencia la semana pasada, su voluntad de mantener el compromiso presupuestario de RU respecto de las perspectivas financieras -el presupuesto de la UE- hasta su vencimiento en el año 2020 y la propuesta de un periodo transitorio de 2 años (diría más bien que, al menos, 2 años) parecen abonar la tesis de un Brexit blando.

En ese periodo transitorio, RU se mantendría dentro del mercado único y de la Unión Aduanera, hasta que se definan las condiciones de su futura relación con la UE. Esa sería la mejor solución para las dos partes. Primero, por el impacto -negativo- tanto en la industria y agricultura del RU y de la UE que supondría el restablecimiento de aranceles; y segundo, las consecuencias negativas para el RU de tener que negociar un sinfín de acuerdos comerciales bilaterales con una infinidad de países terceros en un período corto de tiempo.

Aún así, la posición Britanica respecto de los 2 asuntos previos a entrar en la negociación concreta por sectores (entre los que se encuentra el agroalimentario), que son la situación de los ciudadanos (los europeos en RU y los británicos en la UE) y el coste de la factura de salida están muy distantes. En todo caso, la cifra del cheque, 20.000 millones €, según el discurso de May en Florencia, aunque muy por debajo de las estimaciones que lo situaban en 100.000 millones, supone la aceptación por primera vez de algo que los euroescépticos británicos nunca dijeron: que la salida de la UE costaría dinero a su país.

A nuestro juicio, es fundamental que el esquema previsto por el Comisario Europeo Barnier y los negociadores de la UE (los ciudadanos y el cheque, primero, además de la frontera entre Irlanda y el Ulster) se mantenga: abordar en paralelo estos asuntos junto con la negociación sectorial favorecería a los intereses de RU y perjudicaría a los europeos, por cuanto entrarían en ella más elementos de discusión y la posibilidad para RU de ceder en algunos aspectos para ganar en otros.

Las alternativas que por el momento existen para el acuerdo futuro UE - RU serían: (a) Acuerdo del Espacio Económico Europeo (EEE) con la UE (actualmente en vigor para Noruega, Islandia y Liechtenstein); (b) Marco actual vigente con Suiza; (c) Unión Aduanera con Turquía; (d) Acuerdo de Libre Comercio similar a CETA o TTIP; (e) Aplicación de los aranceles de Nación Más Favorecida (NMF) dentro de la OMC.

De estas, la más probable es que el status final del RU podría ser perfectamente una FTA (Free Trade Area, o área de libre comercio) fundamentalmente de bienes pero que también podría incluir algunos sectores de servicios (esperando que los servicios financieros queden excluidos) sin formar parte de la Unión Aduanera ni tener acceso al Mercado Único. El status final con acceso al Mercado Único es evidente que sería muy difícil de "vender" políticamente dentro del propio RU, pues supondría una situación similar a la que actualmente tiene Noruega (pagando por su acceso al Mercado, pero sin posibilidad de influir en su conformación y regulación). En cuanto a seguir formando parte de la Unión Aduanera, supongo que tampoco sería una opción realista políticamente hablando, pues ello supondría que el RU debería seguir la política comercial de la UE, lo que supondría que no podría tener la suya propia (no podría firmar sus propios acuerdos comerciales aparte, y tendría que aplicar las decisiones que la UE tomara en aspectos de defensa comercial, etc).

Cuando me refiero a la Unión Aduanera (período transitorio que podría durar varios años) y FTA (status final), hablo fundamentalmente de circulación de mercancías, libres de aranceles, cuotas y prohibiciones. Asimismo, se podrían incluir aspectos de defensa comercial (cláusulas de salvaguarda comunes, reglas antidumping, etc.) que en el fondo forman el conjunto de una Unión Aduanera y FTA de bienes normalizada. Sin embargo, con toda probabilidad quedarían fuera los aspectos de normas y estándares industriales, las normas sanitarias y fitosanitarias aplicables tanto al sector industrial como, sobre todo, al agrícola (en sentido amplio, incluido el agroalimentario y de bebidas), normas de protección de los consumidores, denominaciones de origen, etc. A través de las cuales, por cierto, se podría impone una especie de segundo "arancel" encubierto. Aunque no es imposible llegar a acuerdos específicos en algunas de estas materias, pero, de nuevo, en ese caso el RU quedaría "sometido" a la regulación que saliera de la UE (como Noruega).

Por lo tanto, entiendo que podríamos hablar de dos posibles escenarios:

A) con Unión Aduanera (transitorio) y FTA (final), es decir sin aranceles, pero sin la parte "normativa". Como el RU tiene la intención de introducir en su legislación todas las regulaciones actuales de la UE, este hecho equivaldría, indirectamente, a tener acceso al Mercado Único, pues las reglas serían las mismas en un lado y otro del canal. Esto permitiría una fase de transición larga, más allá del período transitorio formal que se acuerde. Evidentemente, esta situación iría cambiando a medida que la UE introduzca cambios a su actual marco reglamentario y regulatorio (sin la intervención del RU), por lo que a largo plazo, el impacto para las dos partes sería significativo, ya que los operadores económicos deberían "ajustar" su producción a las normas y estándares (diferentes) de cada parte con lo que ello conlleva de sobrecostes.

B) sin Unión Aduanera ni FTA, es decir con aranceles. La situación sería mucho peor y de efectos inmediatos. En un principio, los aranceles aplicables serían los consolidados por parte de la UE en la OMC (es decir los que la UE aplica a países terceros con los que no tiene acuerdos específicos de libre comercio). Esta situación sería aplicable tanto por una parte (exportaciones de la UE al RU) como por la otra (exportaciones del RU a la UE), ya que supongo que el RU tomaría tales aranceles como propios, en base al principio de "Estado sucesor". Supongo que al RU no le queda otro remedio, pues en el caso de que intentara renegociar ex-novo todos los aranceles en el seno de la OMC, podría encontrarse con muchos problemas en particular con países importantes como China, India, Rusia, etc.

En este último escenario, la situación para la agricultura (en sentido amplio, no sólo productos agrícolas, sino también agroalimentarios y bebidas) de ambos lados sufriría especialmente y a corto plazo, una vez terminado el posible período transitorio o, en el peor de los casos en el escenario en el que no hubiera un acuerdo entre las partes. Efectivamente, el arancel consolidado (promedio simple) total es del 5,2%, pero el aplicable al sector agrícola se eleva al 13,5%, pero este promedio varía enormemente con picos arancelarios del 53,9% (promedio del sector) en los productos lácteos, del 30,6% en el sector del azúcar y artículos de confitería o del 23,2% en los productos de origen animal o del 21,2% en el sector de bebidas y tabaco. Todo un cambio radical en el comercio de estos productos, con efectos negativos importantes en muchos sectores. Además, sufrirían enormemente (llegando incluso hasta poner en riesgo su propia existencia) las cadenas de valor que incorporan productos intermedios de una y otra parte para la fabricación de un producto final.

Para terminar, y como quiera que desde la organización de este acto se nos pedía una valoración de la actuación del Gobierno español en este epígrafe, yo la definiría como que se encuentra a la expectativa. A la expectativa tanto del escenario que escoja RU después de culminado el primero (ciudadanos, cheque y frontera Irlanda-Ulster), como de las posiciones que mantengan los 27. No obstante, y en la medida en que cada vez parece más clara la aplicación de un relativamente largo periodo transitorio, no seremos nosotros quienes critiquemos esta actitud, siempre que en todo caso el Gobierno maneje todos los escenarios (incluyendo, desde luego, los más negativos, que afectan al sector).

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Intervención en la comparecencia del ministro de exteriores, Alfonso Dastis en comisión


4 de septiembre de 2017






Comparece usted hoy aquí, y quiero subrayarlo, a petición de la Comisión, es decir, de los grupos parlamentarios y de modo muy singular del nuestro, de Cs, y no a petición propia. Fue nombrado usted ministro, si no recuerdo mal, el 4 de noviembre del pasado año y hoy se cumplen exactamente diez meses desde su llegada al cargo.

Diez meses en los que apenas sí hemos podido verle en esta Comisión, salvo —creo— para la tradicional presentación de los objetivos de su Departamento, como les ha ocurrido a todos sus compañeros del Gobierno; o en ocasión de los presupuestos para este año 2017, igualmente que el resto del gabinete; o su comparecencia puntual sobre el Brexit en marzo de este año.

Se advierte, por lo tanto, Sr. Ministro una muy escasa actitud de cercanía, diría yo, incluso, que una cierta vocación de distancia de SS con el Parlamento. Una actitud que no se atiene con un régimen de democracia parlamentaria como es el español y menos aún cuando se forma parte de un Gobierno que no dispone del apoyo de la mayoría absoluta del Parlamento.

Una actitud que convendría que revisara SS y que en todo caso ya le anuncio que mi grupo va a intentar que se modifique, presentando con carácter trimestral una petición de comparecencia de SS en esta Comisión. Aunque le recomendaría, y lo hago ahora todo lo amablemente que pueda, que se anticipe usted a esta petición.

En cualquier caso, diez son meses suficientes para hacer balance de lo acometido por su Departamento, un balance en el que nuestro grupo no ha podido advertir apenas nada, ni frío ni caliente, una gestión en la que quizás por aquello que la diplomacia se practica a veces de modo prudente y sin estridencias, todas o casi todas las gestiones emprendidas se realizan por debajo del radar, de modo que la luz y los taquígrafos de los Parlamentos no tengan noticia de lo que acontece.

¿O es que, por el contrario, lo que hay es que no hay nada?

Se gestione o no, lo que hacemos aquí es política, Sr. Ministro. Y la política no es algo que haya que intuir, descifrar o resolver como un enredo, un crucigrama o un enigma... Algo así como preguntarnos, ¿qué piensa el Gobierno?, ¿qué hace el Gobierno?, ¿qué ha previsto hacer si se presentan determinadas circunstancias que están más que previstas?

Y le pongo dos ejemplos.

Venezuela. El deterioro evidente de un país en el ámbito político y humanitario, tan evidente el deterioro que apenas nadie se podía llamar a engaño respecto de la evolución previsible de los acontecimientos. ¿Qué han hecho ustedes? ¿Qué piensan hacer? ¿Cuándo va la UE a imponer sanciones a los responsables de la dictadura, y digo dictadura, porque en eso se ha transformado Venezuela, o siguen abonados a la mediación del expresidente Zapatero que, permítame que se lo diga, Sr. Ministro, es algo así como mirar para otro lado? ¿Considera el Gobierno replicable a escala Europea la prohibición norteamericana de comprar deuda venezolana y de su petrolera? En definitiva, ¿tenemos una estrategia o vamos a remolque de otros? O peor que eso, ¿nada de nada?

Por cierto, apoyo total a Lilian Tintori y su derecho a viajar fuera de su país para recabar apoyos y narrarnos sus experiencias.

Segundo ejemplo, Guinea Ecuatorial. En las últimas semanas se ha especulado sobre un eventual estado terminal en la salud del dictador durante 37 años de ese país. Es cierto que en repetidas ocasiones se ha producido el mismo rumor respecto de la salud de Obiang Nguema. En cualquier caso, ¿tiene España un plan para apoyar un proceso de transición democrática en ese país? ¿Lo ha coordinado con otras cancillerías? ¿O no tiene nada que presentar?

Los diez primeros meses de gestión en su ministerio se han caracterizado por la pasividad y la falta de un enfoque estratégico para mejorar la defensa de los intereses de los españoles en el mundo. Esta inactividad se refleja tanto en la vertiente política como en la institucional. No hay iniciativas que hayan impulsado nuevas políticas europeas en sectores clave para España como el medioambiente, el empleo, el consumo o la ciudadanía europea y un proyecto ambicioso para el futuro de Europa. Ni siquiera con el fin de iniciar el debate necesario para crearlas. La crisis de Libia y su impacto migratorio tampoco ha merecido el interés de su ministerio a pesar de su efecto en una región estratégica para nuestros intereses. Un ejemplo de ello es la falta de propuestas concretas en la reciente cumbre de París del llamado G-4. En el aspecto institucional no hay ningún indicio de voluntad de acometer la necesaria reforma de la AECID, el Cervantes o los servicios consulares con el fin de promover la transparencia, la eficiencia y la eficacia, y acabar con el amiguismo y el despilfarro. Seguimos todavía sin nuevo plan director de la cooperación española, una herramienta imprescindible. En una escena internacional cada vez más compleja y con desafíos más peligrosos para la seguridad y el bienestar de los españoles, esta inactividad es si cabe más grave. Necesitamos liderazgo y propuestas, necesitamos una visión que genere entusiasmo y consenso.

Y es que en el plano Europeo, con excepción de lo que se refiere al importante capítulo del Brexit, respecto del que nuestro grupo se encuentra suficientemente informado, podríamos situar muy poco en el activo del gobierno: ¿cumpliremos nuestros compromisos en materia de refugiados? Desde luego no parece que lo haremos en reubicación. Quizás pudiéramos hacer un esfuerzo suplementario en reasentamiento, como se lo pedimos al Secretario de Estado... pero éste no quiso considerar esa idea.

Con demasiada frecuencia hemos oído hablar (matizo, no a usted, porque a usted le oímos hablar bastante poco), pero sí que se ha expresado que la política exterior española es la que corresponde a un país de tamaño medio, con lo cual se diría que nos resignáramos a considerarnos poco menos que irrelevantes en el escenario internacional. No hay ambición de país.

Y no debería ser así. España cuenta con una situación geopolítica privilegiada y una historia y un potencial cultural aún por explotar.

Estamos situados en el vértice en el que coinciden la Unión Europea (recordemos el lema orteguiano, "España es el problema, Europa es la solución") y nuestra vecindad sur, el Magreb, un escenario de retos y oportunidades.

Una vecindad sur en la que, por cierto, sin dejar de atender a nuestro socio estratégico que es Marruecos, deberíamos reequilibrar nuestras relaciones en la región, prestando una mayor atención a Argelia (nuestro principal proveedor de gas), y actuando de manera más activa en la solución del contencioso del Sáhara. Por cierto, ¿tenemos algún plan para todo esto? ¿Vamos a remolque o nada de nada?

Y contamos también con lo que para nosotros debería constituir el principal activo e instrumento de nuestra política exterior, el español, y que sin embargo guardamos en el arcón de los objetos poco menos que olvidados. Un idioma hablado por más de 550 millones de personas y que se está extendiendo sin apenas ayudas institucionales en lugares como EEUU.

No tendría porqué este portavoz expresarle una alternativa a la política exterior española, aunque de alguna manera ya se la estoy contando; pero sí puedo ofrecerle alguna idea que creo importante: ¿No podríamos trabajar el español con otros países que se comunican en el mismo idioma para ampliar su conocimiento en otros ámbitos, incluyendo de modo singular en los que se haya perdido? Recordemos que con el idioma va la cultura, pero también la economía y un modo de vivir y entender las cosas. Un modo, ¿por qué no decirlo, español, iberoamericano? ¿Algún plan, Sr. Ministro? ¿O nada tampoco?

Va usted a Cuba mañana mismo. Cuba, casi 60 años de dictadura. Un país en el que no se ha producido ningún avance en el plano del respeto a los DDHH y sí algún retroceso en lo que se refiere a la apertura económica. ¿Va usted a entrevistarse con la disidencia, (por lo que informa la prensa sí que se va a reunir con empresarios)? Por cierto, Cuba es aliado principal y Consejero estratégico de primer orden de la dictadura de Maduro. ¿No cree que es una ingenuidad pretender que Cuba influya en que Venezuela recupere su democracia perdida?

Llegaremos previsiblemente a formar parte del Consejo de DDHH de la ONU. ¿En qué va a afectar esa situación a nuestra defensa de los DDHH en el mundo? ¿Hay alguna idea concreta o ya veremos? Por cierto también, sabe usted que Cuba estuvo en ese Consejo y eso no le supuso precisamente mejorar en ese ámbito.

Sr. Ministro no hay planes, no hay estrategias... lo que pone de relieve algo que es bastante peor, que no existe ambición de pais; aún más, que no han comprendido ustedes lo que España es y podría protagonizar en el siglo XXI en un mundo en cambio, hoy más que nunca necesitado de referencias. Pero es evidente, ¿cómo vamos a proyectar ambición exterior (que eso sí que es Marca España) cuando no la tenemos en el interior? De manera inevitable la acción exterior supone una proyección de la interna. Y si no hay un proyecto ambicioso para España no lo habrá tampoco en el ámbito internacional. Busquen esa ambición, pero ya se lo digo de antemano, no la encontrarán en este Gobierno.

Dicho todo lo cual, y con la excepción de los Asuntos de Estado, donde la seguridad o los intereses de España se encuentren en peligro o simplemente cuestionados, en los que siempre podrá contar con nuestro grupo, la distancia entre su gestión y nuestra consideración de lo que deba producirse, Sr. Ministro, no es sólo cuantitativa, de hacer más, que también: sino que es cualitativa, porque significa nada menos que hacer política, poner la política, con letras mayúsculas, al servicio de la proyección exterior, de la accion exterior española. La buena política, no el vuelo raso, la carencia de ambición y la absoluta ausencia de planes.

Nuestro grupo, Sr. Ministro es de la opinión que la política internacional es una cuestión de Estado, de imprescindible acuerdo. Pero es que la acción exterior española carece de una referencia previa, la política, y sin ese material nada se podrá concluir.

Cuenta usted con los apoyos parlamentarios que tiene, Sr. Ministro. Usted sabrá si le son suficientes,
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